Hola, Natascha
Facebook, Twitter, Instagram, YouTube y Snapchat. Te sigo a través de todos tus perfiles en las redes sociales. Soy tu mayor admirador, tu más grande fan.
Apago la camioneta en el estacionamiento y a lo lejos te veo bajar del sedán negro junto con tus padres. Noto que llevas el vestido rosa, del que publicaste un video en YouTube el pasado 14 de marzo, y los zapatos blancos de tacón alto que adquiriste por Amazon. Tomas por el brazo a tu padre y, junto con tu madre, entras al centro comercial El Zigurat Escarlata.
¿Sabes? Me noto a mí mismo un poco ansioso y entiendo que el tiempo me pasará muy lento. Pero no me molesta esperar. Estoy cómodo dentro de la camioneta, y tú tardarás sólo un momento ahí dentro, lo sé. Sólo viniste a comprar un bolso y a comer un helado, tal y como lo publicaste previamente en las redes sociales. Ah, porque tú eres diferente, mi chiquilla consentida. Te gusta ver en línea qué comprarás y revisar sus existencias antes de salir a comprar, porque no te agrada perder el tiempo buscando o viendo a ver qué hay. Mi Natascha; tan diferente de las demás mujeres.
Mientras espero a tu salida, del bolsillo de mi chaqueta extraigo mi iPhone —que tiene como fondo de pantalla una imagen tuya, por supuesto— y accedo a la galería de imágenes. Miles y miles de fotografías. Todas tuyas. Y de entre todas ellas, pulso sobre mi favorita; esa que publicaste en Instagram hace dos meses, en la que apoyas tu rostro sobre el anverso de tus manos y lo presentas al objetivo de la cámara, y tu semblante y el fulgor de tu sonrisa llenan el encuadre de la fotografía.
Ah, mira nada más cuán hermosa eres. ¿Cómo no enamorarse de tu cabello, largo y castaño; de tus expresivos ojos cafés, grandes y limpios; y de tus sensuales y bien formados labios carnosos, de los cuales el superior es el más grueso? Eres tan hermosa y sensual. Natascha… Incluso tu nombre transpira sensualidad: Na-tas-cha. Con la última sílaba como perdiéndose en un suspiro.
¿Tendré el valor de confesarte que tengo la fantasía de que cada foto que te tomas es sólo para mí?, ¿que me miras a mí, y sólo a mí, a través del obturador de la cámara, sin importar el momento ni las distancias que nos separan? ¿Podré decirte que fantaseo con cada pose de tu cuerpo que muestras en tus fotografías hasta quedar siempre exhausto? Y, ¿tendré el valor de mostrarte aquella fotografía, en la que me he añadido digitalmente a tu lado utilizando Photoshop?
Ah, benditas sean las redes sociales, que me han permitido conocerte y enamorarme de ti. Tanto tiempo pensando y soñando en una vida contigo, pero después de tanta planeación al fin estoy aquí, ¡listo para dar el siguiente paso y llevarte conmigo! Porque, mi querida Natascha, no lo sabes aún, pero a partir de hoy no habrá distancia que pueda separarme de ti. A partir de hoy, estarás para siempre a mi lado.
Me dejo el iPhone a un costado, y reviso y recargo la pistola automática con la que me encargaré de tus padres. Ellos nunca lo entenderán, lo sé. Y por supuesto, tú tampoco lo harás. Pero descuida, que será sólo al principio. Es perfectamente comprensible que esta situación te sorprenda; a un hombre tan profundamente enamorado de ti no lo conoces todos los días. Ah, pero con el tiempo… con el tiempo sé que entenderás cuánto te amo, y aprenderás a amarme con la misma devoción que yo te amo a ti. Sabrás perdonarme por haber usado el arma en contra de tus padres. Sí, sólo será cuestión de tiempo…
El iPhone vibra y la pantalla se enciende, y aparece en ella una notificación acompañada de un sonido. Eres tú. Acabas de publicar en Twitter una selfie tuya comiendo un delicioso helado. Apenas le doy un like a tu publicación cuando llega el aviso de un segundo tuit. En este último dices que irás al cine que está al otro lado de la ciudad; hoy estrenan Cuentos de Tiamat y no puedes perdértela. Es el momento, estás por salir.
Conduzco la camioneta para acercarme y estaciono en la entrada principal, por donde sé que pronto saldrás. Y en efecto, a los pocos segundos apareces con tus padres, feliz, llevando tu precioso bolso nuevo y comiendo todavía el helado de la foto del tuit. El momento de estar para siempre juntos finalmente ha llegado, mi querida Natascha. Tomo mi arma. Abro la puerta. Y salgo a tu encuentro…
—Hola, Natascha. Yo soy tu admirador número uno. ∎